domingo, 10 de abril de 2016

Daños Colaterales II

Enseguida me llamó el jefe al despacho. Entré y lo vi mirándome fijamente.

-Ven aquí.

Me coloqué delante de su escritorio.

-No, no. Aquí.

Me señaló a su lado. Qué extraño. Fui, dubitando unos segundos primero.

-Vamos a analizar estos papeles. Te serán de utilidad.
-Vale.

Él me indicaba datos de interés, explicándome el documento cuya forma no me había encontrado nunca. Su tono de voz era serio, directo, penetrante con un tono seductor en la voz que no le había escuchado antes.

Quizás eran imaginaciones mías ya que me chorreaba el asunto.

-¿lo has entendido? -Sí.

Mi cerebro estaba reteniendo la información para volcarla en anotaciones en cuanto llegase a mi escritorio.

-Toma notas ahora-dijo haciendo un gesto con la cabeza y la expresión de su cata, haciendo entender que me apoyase en la mesa.

Sin más coloqué mi carpeta con folios en la mesa y me recosté en ella para apuntar lo más importante.

Escribir así es más que incómodo.

Entonces noté que se desplazaba con su silla. Yo pensé que hacia atrás. ¿Me estará mirando el culo? ¿Tan descaradamente?

Me concentré en terminar de escribir algunas cosas, mirando el documento y transcribiendo literalmente terminología para aprenderme e irme deprisa de allí.

Entonces noté sus manos en mis muslos.

Pequé un bote y me erguí.

-¿QUÉ HACE?
-sssh… -se levantó y me puso la mando en la espalda para que volviera a mi posición anterior. Apoyé mis brazos en la mesa para más comodidad y miré su cara lasciva.

Su mirada era puro morbo y noté la reacción de mi cuerpo en el fondo de mis entrañas.
¡Lo que me faltaba! Con lo bueno que estaba mi jefe… Que me excitasen más.

-Tranquila. Voy a comprobar una cosa… Si es mentira, te dejo ir.
-¿Comprobar?
-Sí… El de Marketing me ha dicho que has presenciado una escena de sexo efusivo en los baños… El muy cerdo se ha beneficiado a la rubita..jajaja.

Miré para adelante con rabia. Hijo de puta… Me vería salir del baño.

-Yo no he visto nada.
-El que voy a ver, soy yo. Veamos… Voy a ir subiendo mis manos por tus muslos hasta las ingles. Si no me encuentro nada fuera de lo común en una mujer que está frente a un ordenador trabajando… Te dejo seguir con lo que estabas haciendo.

Si encuentro algo suculento… Te quedas en mi despacho un poquito más.

Empecé a ponerme más nerviosa y las piernas me temblaban sutilmente. Joder… ¡estaba chorreando! ¿A qué venía esto? Ay, madre… Madre…Madre… Yo no sé, en mi interior había una cierta esperanza a que me dejase ir. ¿De dónde venía esa esperanza? La humedad de mi sexo no iba a ser reabsorbida por mis piernas de repente.

Sus manos subieron lentamente y yo notaba su mirada puesta en mí. Atravesándome su intensidad. Hasta que… El dedo gordo de su mano izquierda se topo con flujo que resbalaba de mi coño por la pierna.

-Cerda.

Me removí intentando zafarme. Hasta aquí podíamos llegar.

-Tu madre

Se levantó de repente y me dio un azote con todas sus ganas el cabrón.

-Te lo voy a pasar por alto esta vez, zorrita. Pero a la próxima te juro que lo lamentarás.

Me lo dijo susurrando, muy cerquita de mi oído. Mis impulsos me decían que abrieran más las piernas, que subiera mi culo y suplicase por su polla.

-Eres una cerda. Te has puesto cachonda con solo oir que follaban. ¿Tan necesitada estás?
Dijo una vez sentado de nuevo en su sillaca de jefazo forrado. Poniéndome de nuevo las manos encima. Me agarraba los muslos con fuerza… bufff, cómo me gusta sentir así a un hombre. Me levantó la falda, para tener mejores vistas de aquello. Inspiró profundamente y soltó un sonido de aprobación olfativa.

Para qué seguir negando la evidencia.

-¿Acaso usted no se excitaría al oír que se follan a una guarra con tanta presteza?
-Jajajajaja. Desde luego que sí… Pero te estoy provocando. No me pidas que sea un santo. Que eso no sirve con las mujeres morbosas.

Qué mamón. Pero me pareció graciosa su respuesta.

-Veamos… lo siento, pero una trabajadora con el coño así de empapado, no puede trabajar con tranquilidad. Tengo que solucionar este altercado… Señorita.


Me empezó a bajar las bragas lentamente y mis gemidos de anticipación y vergüenza se empezaron a escuchar por su despacho.