miércoles, 22 de abril de 2020

Cabaña en la Montaña I

Una cabaña rural en mitad de la naturaleza. Respirando tranquilidad. Siento una enorme conexión con él. Mi piel llama a la suya.


Estoy en el cuarto decidiendo si explicarle la necesidad tan profunda que emana de mis entrañas. Una sensación intensa que me coge totalmente desprevenida. Siento una energía en mi vientre, un calor brutal que se va extendiendo al resto del cuerpo. 


Necesito sus caricias, necesito su contacto. Su mirada tranquila y directa observando mi descontrol y entendiéndolo. 


Noto que el calor es tanto que a mis piernas les cuesta andar. 


Voy a llamarle justo cuando entra en la habitación y me mira sin entender… Él había seguido su intuición. 


-Te prometo que he sentido tu necesidad- Me explicó más tarde. 


Nos entendimos con la mirada. Intenté explicarle con la voz y sólo emití gemidos de necesidad y ruiditos inconexos. 


Se acercó a mí, sonriendo cálidamente, puso su mano en mi cara y sentirle fue… Un alivio tan profundo que no puedo explicarlo. 


-Te necesito. Deseo tu contacto, tus caricias, tus…- mientras, él se quitó la camiseta y bajó despacio a mis labios. 


Su beso… Sensual y ardiente, delicioso. Siempre quiero más y nunca me canso. 


Me desnudó tranquilamente mientras yo jadeaba deseosa. 


Desnudos, recostándonos en la cama, él se ajustaba entre mis piernas. Dispuesto a recorrer mi cuerpo con su mirada ardiente, sus manos y su lengua…


Allí donde me tocaba me ardía la piel. Su lengua lamiendo mi cuello despacio, sus manos recorriendo mis muslos, mis caderas. Sus labios adorando mis pechos junto a sus manos, con maestría. 


Me hace sentir una Diosa. 


Se puso a besarme totalmente pegado a mí, para que yo sintiera su cuerpo caliente, los latidos acelerados de su corazón, sus ganas de mí. 


-Voy a entrar despacio en tí. Y quiero que estés quieta para que tu atención esté en mí. 


Asentí mientras me retorcía debajo de él. Iba a ser difícil. 


Le dije que estaba preparada, él se puso el preservativo con tranquilidad, abrió mis piernas suavemente y me miró. Le dije que no estaba lista y nos reímos, suavemente, los dos. Es muy difícil no moverme, si este hombre entra en mí.  


Esperó sereno, acariciándome las piernas y manteniéndolas abiertas con las suyas (él arrodillado ante mi cuerpo, sosteniendo mis piernas, mirándome expectante). 


Respiré hondo y le dije que ya. 


Ufff…. Mantenerme quieta y sentir su polla entrar en mí me hizo gozar mucho el tacto. Gemí. Él entró hasta el fondo y yo le miré suplicante.


Él me acarició la cara y me besó. 


-Shhh… Un poquito más…


Bajó su mano por mi brazo, por mi costado, cadera… Llegó a mi culo y fue él quien se movió. Gemí y traté de seguir pero él me sonrió. 


-Shh… Despacio… Así…


Se volvió a mover, y poco a poco me adapté a su ritmo sensual. Su vaivén pegado a mí me hacía enloquecer de placer. 


-No pares, por favor…


Me sonrió e intensificó el movimiento para llegar más adentro de mí y ahí balanceó sus caderas haciéndome sentir más, haciendo gozar mi cuerpo y estallar de calor. 


-Tranquila…


Ahí terminé de enloquecer y moví mis caderas buscando aún más fricción. 


Él jadeó y me besó apasionadamente. Su mirada era TAN jodidamente intensa que también quemaba. 


Gemí de tal forma que desatamos sin control nuestro instinto el uno con el otro hasta que conseguimos saciarnos mutuamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario